Entrevistamos a este benissero a punto de cumplir 99 años
Con esta entrevista estrenamos una nueva sección “Miralleros en blanco y negro” donde nuestros mayores serán los protagonistas, ya que tienen muchas cosas a contar. Una bonita forma de viajar al pasado y aprender de su sabiduría.
Hoy queremos empezar con este benissero, José Tur Ivars, que el próximo, 19 de abril, cumplirá 99 años. Un gran hombre que nació en la ciudad francesa de Béziers al emigrar su familia y cuando él tenía 3 años regresaron a España, en concreto, a Altea donde pasó su adolescencia. ¿Quién no recuerda a José Tur con su cámara colgada al cuello? O ese ¿marinero mercante?
Gracias a su familia hemos podido hacer esta entrevista al igual que las fotos que la ilustran, donde se puede apreciar la bondad que desprenden sus ojos, la lucidez al recordar todas sus vivencias, su familiaridad y ese espíritu viajero que le llevó a recorrer durante unos 25 años por todos los océanos y continentes del planeta.
¿Cómo se sintió al ser el primer benissero en recibir la vacuna contra la COVID-19?
La verdad, que muy feliz. Recuerdo que una enfermera me reconoció al entrar y me dijo “¿Hoy vienes a hacernos fotos a nosotras?”. Y al salir las personas que estaban fuera a la espera de vacunarse aplaudieron y al ir a hacer la foto del momento una mujer dijo: “Hoy te toca a ti ser el protagonista”.
¿Cómo está viviendo esta situación tan difícil que nos ha tocado vivir?
Mal, porque no poder valerse de uno mismo es una situación horrible.
Cuéntenos un poco ¿Cómo se adentró en el mundo del mar?
Tenía 20 años y logré emplearme en una barca pesquera del puerto de Altea utilizando los papeles de uno de mis hermanos, ya que al nacer en Francia mi padre no se preocupó y no tenía papeles legales para el trabajo y no podía hacerme de la Marina. Estuve un año y luego tuve que incorporarme al servicio militar en Madrid y tuve que ir a los Pirineos, una etapa donde lo pasé muy mal, pero ya está todo olvidado.
Después de la mili me arreglaron la libreta de la marina para poder embarcar con los barcos de pesca y conseguí un empleo en Castellón por un periodo de unos 5 años, yo tendría unos 25 años.
En invierno íbamos mucho a pescar a Torrevieja a las Salinas. Hice muy buenos amigos y cuando reuní un poco de dinero me marché a las Palmas de Gran Canaria donde conseguí empleo en un barco que se dedicaba a la pesca de la corvina en alta mar africana en periodos de seis meses sin tocar puerto. Con el dinero ahorrado me fui a Brasil, porque me ilusión era viajar en la Marina Mercante.
No fue fácil gracias a los españoles que había fui consiguiendo diversos trabajos de todo tipo y me embarqué con la Marina de Brasil, un gran barco de madera donde cabían muchas personas. Cargábamos plátanos, siempre entrábamos en unas zonas salvajes donde había grandes plantaciones plataneras y recuerdo que me tiré a nadar a aquel rio y unas mujeres medio salvajes que estaban allí empezaron a avisarme que saliese que allí había yacarés. Menos mal que no me pilló ninguno (Risas).
En este periodo de tiempo le compré una cámara fotográfica a otro migrante español y con ella me iniciaba en este mundo.
Luego viajé a Persia, a las Antillas Holandesas Aruba y Curaçao, a Montreal en Canadá, Canal de Panamá y otras muchas ciudades de EEUU y el Caribe, entre otras. También recuerdo que conseguí ser parte de la tripulación del navío mercante noruego denominado “Taurus” donde transportábamos cacao y madera.
¿Qué vivencias recuerda de esa época y lugares por los que faenó?
En uno de esos viajes caí muy enfermo y me salvó un empresario español. Tenía muchísima fiebre, avisaron a un médico y dijo que eran síntomas de tifus, por lo que vino un equipo para analizar la sangre y salió negativo. Al final, era una infección me ordenaron unas inyecciones y a los pocos días reaccioné y me curé. Pero que mal lo pasé.
Otra vivencia que recuerdo es que un primer oficial me hacía la vida imposible y siempre me tocaba de guardia con él. Un día me harté y le dije que: “yo no era un chiquillo, que era marinero y no me gustaba su trato”. Así que al llegar a Génova desembarcaría y me iría. Se lo comenté al capitán sin dar explicaciones del por qué me marchaba. Pero cuando quedaban unos días vino el primer oficial y me comentó que había hablado con el capitán, que era su gran amigo, para que pasara a ser primer marinero, ya que yo había embarcado como segundo.
Nunca hablé de este asunto con el capitán, no quise acusarle de nada. Me quedé. Me cambiaron de guardia y ya siempre me respetó.
La anécdota más curiosa
Estaba yo durmiendo allí en el barco cargado de madera que venía de Suecia rumbo Barcelona. Y vinieron a decirme que se había prendido fuego en la máquina, ni funcionaba el agua ni nada, por lo que el capitán dio las órdenes para abandonar el barco.
Entonces, yo era una persona muy hábil y teníamos que saltar al bote de emergencias los 14 marineros, alguien tenía que bajar a las máquinas y tirar las velas para activar la emergencia y fui yo. Tras el disparo de unas bengalas de socorro fuimos rescatados por un barco de pesca francés, pero yo tenía toda la documentación en una bolsa, así como cosas personales y fotos y se me quemó todo.
La mar también le llevó a comprarse su primera cámara fotográfica ¿Recuerda cómo era y la marca?
Creo que era una cámara de la marca Agfa que disparaba ella, por eso salgo mucho yo en las fotos porque era automática.
En 1963 abandonó la marinería, regresó a Benissa, se casó con Josefa Ivars e instaló su estudio fotográfico en pleno casco histórico. ¿Cómo fue esa experiencia?
Muy gratificante. Empecé haciendo fotos de carnet y me salían muy bien. Las hacía en la calle de forma muy natural.
En esta etapa mi mujer me ayudó muchísimo para enseñar las fotos en el estudio. Hacia el relevado en blanco y negro, fui perfeccionándome, me apasionaba…
Además, un vecino me comentó que se iba a casar y quería que le hiciese el reportaje, yo nunca había hecho una cosa así. No me atrevía, pero tenía un flash de un hermano mío que había trabajado en la fotografía, así que me animé lo hice en blanco y negro y salió muy bien y él estuvo muy contento con el trabajo.
En su larga trayectoria como fotógrafo habrán sido multitud las fotos que ha captado ¿Cuál de ellas le ha llevado más satisfacción y qué foto le hizo sentir algo especial?
Sí muchas, pero me quedo con la que hice el día que se casó el hijo del general Hermosilla.
La eterna pregunta, ¿el fotógrafo nace o se hace?
Nace también, yo creo que nace más uno en tener afición en lo que hace a lo largo de su vida.
Mil gracias por este viaje al pasado, a su vida, a su mundo, a su pasión, la fotografía y el mar. Esperamos seguir conversando y ayudándole a soplar las velas el próximo año que cumplirá 100 años.
GRÀCIESSSSS PEPE!!!!
*FOTO PORTADA: CAMPOS FOTÓGRAFO
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