Nuestras protagonistas son Marisa Hernández, Silvia Martínez y Elena Ivars, tres mujeres valientes con oficios singulares
Este reportaje ha contado con la colaboración de Raúl Martínez y Núria Moncho
“Nunca he creído que por ser mujer deba merecer tratos especiales. De creerlo estaría reconociendo que soy inferior a los hombres, y yo no soy inferior a ninguno de ellos”, decía ya en su tiempo la científica y la primera mujer en conseguir un Premio Nobel Marie Curie. Una cita que viene muy al caso hoy, día en el que se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Desde El Mirall de la Marina queremos homenajear a cada una de las mujeres que luchan, no solo hoy, sino siempre, por conseguir un mundo más igualitario, un mundo donde se reconozcan las condiciones vitales y laborales de todas las mujeres. Por ello, hemos entrevistado a tres mujeres valientes que tienen una profesión u oficio que antiguamente solían desempeñar hombres como Guardia Civil, mecánico o zapatera.
MARISA HERNÁNDEZ MARTÍN, Guardia Civil en el Puesto de Benissa
En la actualidad, no es sorprendente ver a una mujer con uniforme de Guardia Civil. Marisa Hernández lleva en el Cuerpo de la Benemérita 26 años y, día a día, sale a la calle con la misma ilusión y con el objetivo de ofrecer la máxima seguridad a sus vecinos.
¿Cómo decidiste adentrarte en esta profesión?
Pues jamás me había planteado trabajar en esto, es más, cuando un día estando en el instituto un compañero, hijo de Guardia Civil, me comentó en el año 1988, que ya podían entrar las mujeres en la Guardia Civil, comenté de broma que estaría bien ser Guardia y tras ponerme un bolígrafo entre la nariz y la boca y fingir dar el alto en el nombre de la Guardia Civil, los compañeros comentaron: “Pues es lo que le hacía falta a Marisa!!!”
Cuando llegué a casa se lo dije a mis padres y, en principio, se lo tomaron a broma, pero hubo un comentario de mi padre, un …”anda estudia y déjate de tonterías”, entonces fue cuando decidí hacerme Guardia Civil.
En principio, pensaron todos que era una cosa pasajera, pero cuando me vieron que realmente estaba ilusionada y empeñada en ello… me apoyaron todos. Incluso mi padre me puso un entrenador personal para ayudarme en las pruebas físicas, aunque en esa época no me hacía falta, ya que he sido una persona muy deportista desde siempre y estaba bastante preparada.
Así, tras terminar el Bachiller, hice las pruebas de acceso y me incorporé a este mundo en noviembre de 1990.
¿Cómo ha sido tu trayectoria profesional?
La verdad es que ha sido muy satisfactoria. Cuando salimos de la Academia de Baeza, eran vísperas de las Olimpiadas de Barcelona y de la Expo en Sevilla, así que la mayor parte de la promoción fueron destinados a Puestos de esas Comandancias para reforzar la seguridad. Yo, concretamente, fui destinada a Ciudad Badia, una localidad de los extrarradios de Sabadell, donde había mucha delincuencia y cada día pasaba algo diferente y donde aprendí mucho.
Después de las Olimpiadas, me destinaron “forzosa” a Bilbao, donde también fueron unos años de mucho aprendizaje y experiencias, ya que aunque no eran los años peores del País Vasco, todavía existía mucha animadversión hacia la Guardia Civil, y me tocó ir a varios entierros de compañeros, tanto de la Guardia Civil como de la Policía Nacional que habían sido víctima del terrorismo de ETA.
Tras casi cinco años y después de casarme y tener a mis dos hijos mellizos, decidimos mi marido y yo, que también era Guardia, cambiar de destino e ir a un sitio más tranquilo donde se pudiera hacer una vida más normal, llevar los hijos al colegio, tener aficiones y amigos en el pueblo. En definitiva, ser una familia normal sin el miedo que pudiera, ya no a nosotros, sino a nuestros hijos, pasarles algo. Así que decidimos venirnos a Benissa, un buen sitio para vivir y criar a nuestros hijos.
¿Te has visto alguna vez discriminada por ser mujer?
Realmente no, gracias a Dios he estado rodeada de gente estupenda que me han hecho la vida laboral muy agradable.
Lo que más me sorprendió es que los compañeros más mayores, incluso a punto de jubilarse, asumieron la nueva situación de una manera entrañable, nos cuidaban mucho y a mi personalmente me trataban como una hija y les encantaba salir de patrulla conmigo.
¿Cómo has conciliado la vida familiar con el trabajo?
Pues con mucho sacrificio y esfuerzo, ya que los horarios de los Guardias Civiles en esa época eran bastante duros y estando tan lejos de la familia era complicado. Pero gracias a la juventud que teníamos y al entusiasmo e ilusión en todo lo que la vida nos iba regalando, conseguimos organizarnos y criar unos hijos fantásticos.
Anécdota:
Estando un día de servicio de atención al ciudadano, es decir, de oficina recogiendo denuncias, estábamos varios compañeros tomando café en una zona habilitada para ello, cuando oí que alguien entraba en el Cuartel, así que de momento me dirigí hacia la puerta para atender a esta persona. Os transmito la conversación de esta persona conmigo, aunque primero quiero hacer constar que esta persona era un señor bastante mayor:
Yo: Hola, buenos días caballero, dígame!
Señor: Esto es el Cuartel de la Guardia Civil??
Yo: Sí, dígame.
Señor: Querría hablar con un Guardia Civil.
Miro al señor, me miro yo de arriba abajo y verifico que voy de uniforme, ya que la mayor parte de las veces trabajo de paisano y tiendo a atender al público sin identificarme, así que tras confirmar que voy de uniforme y en perfecto estado de revista le repito “Si, dígame… en qué puedo ayudarle?
Señor: Nooooo, yo quiero hablar con un Guardia Civil de verdad!!
Yo muerta, sin saber qué decir, me dirigí a la habitación donde estaban mis compañeros tomando café para informarles de lo que estaba pasando y pedir la ayuda de “un Guardia Civil de verdad”, pero no había llegado al sitio cuando les oí partiéndose de risa, a lo que nada más asomarme y verme la cara de enfadada que llevaba, salió uno de ellos y tras guiñarme el ojo, atendió al señor. Por supuesto, no os podéis ni imaginar, la guasa que tienen mis compañeros desde ese día conmigo.
SILVIA MARTÍNEZ REUS, Mecánico
Esta vecina de la Marina Alta desempeñó un oficio singular tradicionalmente asociado al género masculino, y que incluso hoy en día, no es tan habitual ver en un taller a una mujer mecánico. Ella ha luchado por este oficio, por el que tanto amor y pasión profesa.
¿Cómo decidiste adentrarte en este oficio?
La verdad es que de pequeña ya me gustaba desmontar todo tipo de objetos para investigar que había dentro. Luego con los años en el taller de mi padre iba a ver como arreglaba maquinaria y coches, y él me dejaba ayudarle con trabajos que yo podía realizar y me di cuenta de que era algo que me apasionaba y se me daba bien, por lo que decidí sacarme el título por la noche, mientras que por el día trabajaba en el taller.
¿Cómo ha sido tu trayectoria profesional?
En mis inicios trabajé durante 16 años en el taller de mi padre, desempeñando todos los roles que había en la empresa, desde mecánica a conductora de grúa, suponiendo un gran aprendizaje en el mundo del motor en general. Tras ese periodo de tiempo, trabajé alrededor de diez años en el taller de Mercedes Mayor y López de Benissa en distintos puestos como en el de recambios, recepción y garantías.
También trabajé en Motos Benissa durante unos 2 años y, actualmente, desempeño el papel de recambista en Visauto (Mercedes Benz) en Dénia. Y, aunque no trabajo directamente con los motores, sigo teniendo la misma pasión por este mundo, toqueteando de vez en cuando algunos de los coches de mi familia.
En definitiva, mi trayectoria laboral en general ha sido completa y satisfactoria, ya que me he dedicado en cuerpo y alma a lo que realmente me apasiona. Siempre he tenido que trabajar con hombres y siempre he tenido que adaptarme y demostrar mi valía continuamente para ser aceptada como una más, pero pese a esto, generalmente mis compañeros de profesión siempre me han respetado y me han tratado muy bien.
¿Te has visto alguna vez discriminada por ser mujer?
Realmente, no me he sentido discriminada como tal, simplemente les era extraño ver a una mujer en entornos de trabajo asociados con hombres, por lo que en algunas ocasiones se sorprendían.
Aunque en ocasiones algunos clientes, muy pocos, si que exigían de algún modo hablar con una persona “competente”, para ellos, un hombre y no conmigo, por qué pensaban que al ser una mujer, no sería capaz de solucionar el problema mecánico cuando realmente yo tenía todas las competencias.
¿Cómo has conciliado la vida familiar con el trabajo?
Normal, como cualquier trabajador o trabajadora, intentado cumplir con mi trabajo y también en casa con mi familia, la cual en ocasiones llegaba a ser extenuante. Claro está que ha habido de todo durante toda mi carrera profesional, pero en los momentos más duros, siempre he tenido la ayuda de mi familia, por lo que conciliar la vida familiar con la laboral, generalmente no ha sido muy difícil.
Anécdota:
Me encontraba acudiendo con la grúa a una llamada por avería en la autopista dirección Valencia desde Benissa allá por el año 1986. Cuando llegué había tres chicos jóvenes esperando en el arcén al lado del vehículo, por lo que aparqué delante del vehículo para subirlo a la grúa y llevarlo hasta un taller de Valencia. Al bajar, se quedaron sorprendidos al ver una mujer y no un hombre, ya que me preguntaron con algo de “retintín” – ¿Estás segura de que podrás subir el coche a la grúa tu sola? – con lo que yo les respondí, que obviamente si estaba allí era porque era totalmente capaz de realizar el trabajo.
Subí el vehículo a la grúa y emprendimos el viaje hasta el taller, con tanta suerte que la grúa se averió por el camino rompiéndose el muelle del acelerador, desencadenando la risa y la burla de los chicos propietarios del vehículo. Salí de la grúa y me puse a mirar que había sucedido y tratar de solucionar la avería y de paso darles una pequeña lección. Reparé el acelerador, en no mucho tiempo, desencadenando en el silencio total de los tres durante el resto del camino hasta el taller.
Y al llegar, cuando bajamos todos de la grúa y descargué el coche, los chicos le dijeron al mecánico que se dispuso a recoger el vehículo que jamás volverían a hablar mal de las mujeres (las que se dedicaban a trabajos como el mío) porque les pareció increíble que pudiese haber arreglado la avería en medio de la autopista y sin más herramientas que las que disponía.
ELENA IVARS AUSINA, Zapatera en Benissa
¿Quién no conoce a la zapatera de Benissa? La verdad es que son muchos los vecinos de poblaciones colindantes los que acuden a su taller para reparar sus zapatos. Un oficio tradicional que lamentablemente escasea en esta comarca, a pesar de lo necesario que es. Elena Ivars siempre te recibe con su mejor sonrisa y siempre tiene una solución para dejarte los zapatos como nuevos.
¿Cómo decidiste adentrarte en este oficio?
De pequeña, me gustaba mucho ver a mi padre trabajar con los zapatos y cuando salía del colegio estaba allí con él y le ayudaba limpiando los zapatos antes de entregarlos a los clientes. Mientras, él me contaba cuándo empezó y cómo aprendió este oficio y, a mí aquello cada vez me gustaba más, porque cada zapato era una historia. Cuando acabé mis estudios me puse a trabajar en una oficina y fue allí cuando me di cuenta de que echaba mucho de menos los zapatos y la compañía de mi padre y decidí que lo mío era ser zapatera.
¿Cómo ha sido tu trayectoria profesional?
Mi trayectoria profesional ha sido muy satisfactoria , pues estaba haciendo lo que quería y con quién quería. Al principio, en las reuniones y ferias tenía problemas porque cuando pedía información de alguna cosa me decían que no, ya que solo se podía vender a zapateros y tenía que explicarles de que yo lo era.
Pero cuando ya me fueron conociendo me sentí muy respetada y me trataban muy bien.
¿Te has visto alguna vez discriminada por ser mujer?
No, pues la gente estaba acostumbrada a verme de pequeña allí con mi padre, pero, lo que si se ha dado algún caso de poner en duda, que yo fuese capaz de realizar un trabajo que realizaban los hombres.
¿Cómo has conciliado la vida familiar con el trabajo?
Muy bien. He estado muy entregada en el trabajo pero sin abandonar la casa. La verdad es que he tenido mucha ayuda por parte de mi marido, ya que los dos trabajamos y nos repartimos las tareas. Además, cuando mis tres hijos eran pequeños he tenido mucha ayuda por parte de la familia y amigos.
Anécdota:
Al principio de trabajar con mi padre vino una señora mayor a traerme unos zapatos para reparar y me dijo: “no me los hagas tú, que me los haga tu padre” y yo le dije, “no se preocupe”. Pero yo sabía que mi padre no podía, pues se encontraba en el hospital por una intervención quirúrgica, y cuando vino la señora me preguntó “¿Me los ha hecho tu padre?” y le respondí: “sí señora” y ella mirando a los zapatos me dijo “se nota fíjate que perfección, yo no digo que tú lo hagas mal, pero como tu padre no”. A lo cual yo le conteste: “pues gracias señora porque los he reparado yo puesto que mi padre está en el hospital”. Se quedó mirándome y me dijo “chica pues perdona” y se fue.
Al cabo de una hora vino y me dijo: “no es porque los hayas hecho tú, pero al probármelos de aquí están un poco más altos, es muy poco, ¿me los puedes retocar?”. Claro que sí. Se fue y dejé apartados en un lugar los zapatos. Al cabo de dos horas vino “ya los tiene, pruébeselos a ver si ahora le van bien” y me dijo: “ahora sí, esto es otra cosa”. La verdad es que yo me quedé con ganas de decirle, pues no le he hecho nada. Con razón dicen que las manías no las curan los médicos.
Tres historias diferentes, tres profesiones u oficios distintos, con un denominador común: Ser mujer trabajadora. Felicidades a todas esas mujeres que luchan día a día por un mundo mejor.
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