Conversamos con este joven teuladino muy involucrado en la Iglesia
Cuando el pequeño Miguel Signes Andrada llegó a la parroquia Santa Catalina Mártir de Teulada de la mano de su abuela Pepica, nunca se imaginó que en algún momento de su vida sería monaguillo. Cuando se vio con 13 años ayudando al cura en las misas, nunca pensó que sería sacristán. Han pasado 10 años ayudando desinteresadamente a la Iglesia que le vio crecer y con la misma ilusión continúa haciendo este trabajo que tanto le apasiona.
Desde El Mirall de la Marina hemos querido hacerle este pequeño homenaje a este joven de 23 años de edad, Miguel, una persona muy querida y comprometida con la Iglesia, en un oficio cada vez más en peligro de extinción sobre todo en el sector juvenil.
Pero ¿Cómo se introdujo en la Iglesia? El sacristán nos explica que desde bien pequeño acudía los sábados a misa con su abuela materna Pepica y empezó a gustarle. Su abuela le comentó que porqué no ayudaba al cura en la misa si tanto le gustaba, por lo que Miguel empezó de monaguillo los sábados y a los 13 años ya era sacristán.
De eso han pasado diez años al lado de la parroquia, un trabajo, recalca que “me encanta, porque me gusta servir a la gente de mi pueblo, conversar con ella y sobre todo servir a mi Señor”.
Sus cometidos de martes a domingo son ayudar al cura, Don Vicente Solera, y preparar las mismas diarias y festivas para que pueda comenzar con la liturgia. “Soy el encargado de mantener el altar limpio y cuidar de los ornamentos para que esté todo listo”, apunta Miguel Signes.
Normalmente se encarga de la Iglesia Santa Catalina Mártir, de la ermita de Sant Vicent Ferrer cuando son las fiestas patronales para que todo luzca en días festivos y salir en procesión acompañando al cura siempre que puede.
Para Don Vicente solo tiene palabras bonitas, ya que según comenta, “es una grandísima persona, siempre me ayuda, es muy simpático y de los mejores curas que he conocido en mi vida”.
Su voluntad, “seguir sirviendo a la parroquia, mientras Dios quiera yo continuaré, porque me gusta muchísimo”, destaca.
Y así es, Miguel al finalizar continúa con sus labores en el altar, cerrando las luces y atravesando ese pasillo hasta llegar a la puerta y cerrarla con la misma ilusión de cuando era pequeño y acudía de la mano de su abuela a misa.
Es de agradecer que jóvenes como Miguel, voluntariamente, ayuden a la Iglesia en un sector donde se constata día a día el alejamiento de las nuevas generaciones y la gran crisis de fe que existe en la sociedad.
GRÀCIES MIGUEL!!!!!
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